miércoles, octubre 10, 2007

El libro rojo (entre París y Londres)


El libro rojo se fue a dormir para ser mejor. A continuación, el que más me gusta:

XIX

“La vida se instala en formas privadas de tercera dimensión, que desaparecen si se ponen de filo o dejan apenas una rayita rosada inmóvil vertical en el agua”, Julio Cortázar.

Otro idioma

Nada de lo nuestro puede explicarse así nomás

hemos tratado de dotarnos de un lenguaje diferente, privado

sobre todo privado

a otros, amantes arquetípicos, les interesan los peces

pero a nosotros, sombras mundanas,

instalaciones cómodas dentro de la burbuja

nos interesa el jugo de naranja con guayaba que tomamos después de untarnos con aceite una noche de esas en la que tuvimos que escondernos hasta de los des-conocidos

tomábamos café en las librerías

comíamos en el lugar de las mariposas

hablábamos de nosotros con total prepotencia y desparpajo

entregándonos a nuestras particulares-

divagaciones-

metafísicas

nos interesa la posmodernidad ambulante

el centro histórico

decirnos amor en formas sucias e inquietantes

jugar a los niños con parques y comer dulces rellenos de cajeta

tanto y para mientras (dos de mis conjunciones favoritas)

estoy muy cerca del final de este viaje en que nos anudé más de tres veces en reflexiones proclives al llanto

intento hacer de mí una madeja de palabras inmortales y en eso estoy debajo de un puente, hay una paloma gris, asquerosa, que aparece recurrente como todas las de su raza, hay gente que deja basura cerca de las lenguas del río y recuerdo como hace once años hice lo mismo cerca de un atónito ecologista de caminos

hay tantas cosas de mí que quiero decirte

pero no puedo

sí, estoy casi al final de este libro rojo, de la lluvia diletante y enferma, del hastío por lo nuevo, del camino ese que no alcanzo a discernir y de un tembloroso afán por usar la caricia

oscura de anhelos verbales

ávida por conceptualizar la muerte y la miseria

tan dentro de mí que soy gris y horrible como las palomas

tan traslúcida como toda nuestra raza de verbo-diarreicos

cansada

cansada

de oírme hablar de vos para mis adentros

de barajar posibilidades del encuentro

mientras se hace tarde

próxima, turgente

instalada en los códigos privados de ambos

cansada

por eso me detengo

voy a hablarte en gíglico amor,

voy a decirte quédate, llévame al mar, dame de beber una cerveza oscura en el bar de la esquina

voy a decirte, amor,

arrójate al vértigo de tus ansiedades, de una vez y para siempre,

moríte,

de una vez

Y cuando despiertes, voy a decirte que

Quiero:

volver a esas formas privadas, a nuestras películas surrealistas de primos sin sexo, a tu café, a la ducha en que no cabemos juntos, a tu cama –y a la mía-

y que todo el lenguaje del mundo desaparezca,

en el fondo de los peces que otros fundaron

casi es el final de este libro rojo y de los garabatos

(te aviso)

cógeme de los huesos, amor,

hundí tus ojos de cíclope en mis caderas

háblame en otro idioma, amor,

volvé para que nos revolquemos en el pasto hasta matarnos como vacas,

hablemos de nosotros, por fin,

que ya fueron muchos barcos, muchas las aves de paso, muchos libros de orillas con ríos, demasiadas las páginas

las páginas insostenibles

las nubes vistas desde un “arriba” artificial

tantas las canciones repetidas

el dolor de estómago de los poetas

¡Demasiados!

demasiadas las mandrágoras

los malvones

los ananás

las escrófulas

los arcos perpiaños

las nervaduras y, sobre todo,

los intercesores

confieso:

es imposible mantener el ritmo de esta postal de calles antiguas, demasiado soliloquio para ver un puente, demasiada la intolerancia al verbo y a los monumentos, ha llegado entonces como te dije la hora de destruirlo todo, todo, todo el lenguaje del mundo y decirnos al oído

nuevas y sucias palabras de amor


3 comentarios:

JL dijo...

arriba!

Carlos dijo...

paris londres cortazar londres paris... Para cuándo el libro negro, ya empiezo a saborearlo?

Oz dijo...

Retrataste, enorme, lo que es el dolor de estómago de los poetas.