martes, enero 29, 2008

las dos partes

El hombre tiene dos partes

con una solicita al otro lado de la línea

una señal provista de pasado

un recuerdo de voz conocida

una explicación tardía para el convulso final

el hombre primero llora

es lastimero

implora

se vuelve un niño

al otro lado la voz de ella es hierática

filosa

inmisericorde

“supéralo ya”, le pide

Él

camina la ciudad por la que ocurre la injusta persecución

de los amantes felices que lo siguieron hasta aquí

y hace uso de sus buenos modales

para no mandarlos a la mierda

Su segunda parte

(a la que últimamente recurre para sobrevivir a pesar del acoso de la infeliz que lo abandonó y aún así le llama)

le permite:

comer tranquilo

leer el periódico

reírse de si mismo

y no estar tan solo



(despegue)

laurigarciadueñas

digamos que la falta de pelo no es un defecto. esto lo digo solo para caracterizar-te. y además el pelo dejó de ser desde hace tiempo un adminículo erótico. pero miento, me gustó el pelo en tu cara. la implosión carrasposa de un sin sentido cerrar los ojos carcajearse hacer bromas histéricas pasar los dedos sobre la cara y contar lunares. uno se convierte en un terrible cínico, con el tiempo, aprende tan de cerca de la maldad abyecta del hombre que ante la total derrota pierde el pelo o el alma. descansa panza abajo y se hace triste. luego una se levanta y cree que el que duerme al lado es el último cíclope. pero nada más lejos de la verdad. el camino de estar juntos es tan lejano confuso frotar los pies al despertarse despegar las pestañas con dificultad y asustados darnos besos en el metro y luego de mil pesadillas descansar para no preguntarle al mundo las cuestiones graves y metafísicas. los martes por la noche a las diez. mordés con fuerza la superficie carnosa de mi cara y estamos tan cerca. me mirás de una forma insoportable. por lo que. perdón. tuve que besarte. y hacer del lunar un punto con lengua. tiemblo al solo contacto. tengo catorce años. me sonrojo. por suerte, ya pasaron los años ridículos. no sabía vestirme no tenía senos. antes había toque de queda tuve un muñeco azul al que le quemé el pelo. paperas varicela. mi primer beso. me le senté en las piernas. dependo. no me gusta quedarme sola. me raspa los párpados. olvido todo. es cosa de práctica la falta de culpa. cuento mis penas como un emo, sí, digo, y me pongo triste de la panza. ha pasado ya una noche estoy en el bar de una ciudad antigua de un canal con mucha agua a miles de kilómetros del río magdalena. cerca de la plaza catedral. hay un vaso redondo frente a mí con cerveza sin espuma. no existo no soy la que ayer rozaba los muslos no estoy ni te miro de cerca ni siento tus dientes en mi cara ni me digo por qué no en el mismo barrio en la universidad en la misma ciudad. un poco antes en la vida. preguntas de culebrón. no soy la que te acaricia la cara con las manos. tengo sueño. el estómago se pega a la parte de arriba del cuerpo. hay nubosidades. edificios altos. no existo. doy el último sorbo. surge, al fondo del vaso, la espuma de cerveza. le sonrío al mesero. estoy sola con la libreta en las manos. doy vueltas. es tarde. me doy de giros en la cama. intento por última vez convencerte de que el cuerpo es caucho gas intravenoso trozos de aire y saliva espesa. nervios. ahora veo clara tu voluntad. qué bueno. se te ve en los ojos. yo no. yo a veces estoy triste. pero no siempre. hace un año perdí. por eso quiero ser un zompopo y que los niños me persigan en el hormiguero y les de por inundar las paredes de esta residencia de arena. así, armados con un popote y los dedos hechos tenazas, intenten capturarme. hasta que yo también me convierta en un zompopo ahogado y feliz. cuando viva en esa casa colgaré las lágrimas en ramas de vidrio y vos y yo seremos astronautas. ah, ahora veo clara tu sonrisa. todavía. el juego de las ganas. el retozo de niños pequeños. tu pantalón. el cierre. la cama. el miedo a los brincos del vecino. a la muerte en manos de un acongojado del oficio. tus preguntas de cajón y las mías. sí, respondo, me gusta mi vida mi piso de madera el baño la tina. es tarde, no hay taxis. todo por fin se acaba. no existo. turbulencias. te abro la puerta. decís adiós desde el pasillo. pido la cuenta. camino por el casco viejo. doy vueltas. llego tarde. casi lo pierdo. la azafata sonríe, no muestra las tetas, no se lo permiten. es fácil. es un cuento corto. cada vez que tambalee un avión me voy a reír. y cuando despegue. por lo menos un segundo (las medidas del tiempo son tan cortas) voy a acordar-me.



A Anaís Abreu, cuya efusividad literaria exige nuevas entradas a este blog (ella sabe que la queremos demasiado como para no hacerle caso)

2 comentarios:

Sor Juanais dijo...

Me siento muy importante...gracias Lauri. Hermoso...como toda tú. Te quiero mucho.

Ophir Alviárez dijo...

Me gustas marejada, revoltillo, ideas que parecen torbellino. Me gusta la palabra, la inmensidad de los versos, las tres mil connotaciones o ninguna...

Abrazos,

OA