miércoles, marzo 12, 2008

Mariana



Lunes 10 de marzo de 2008, México D.F, Huayamilpas
18.13 p.m.

Este parque me gusta
aunque es muy diferente al que llevo dentro.

Dentro me fui
sin dejar de trepar las torres de colores
y los pies de subibaja.

Todos los ánimos caben en un parque
entre sus árboles de pájaros bulliciosos que ayer regresaron
y niñas que saltan lejos de sus padres
“Ya me voy, Mariana”.

Antes, antes,
en el parque había una laguna con patos que aparecían de noche para decir cuac
siguiéndole los pasos a los acosadores que murmuran palabras incomprensibles
y despiertan mis insultos
pero alguien, alguien,
en absurda sintonía conmigo
secó la laguna.


¡Por suerte no se llevó los patos!
sino hubiese sido un absurdo exagerado
una triste coincidencia.

Las cartas ya dijeron demasiado
como para soportarlo.

Los alados,
manchas blancas y negras de lejanía,
han optado por pasear a sus anchas sobre la tierra seca
de grietas como piel de espalda.

Resignados, como yo,
se acostumbran al castigo natural que produce
el síndrome de abstinencia.

No es lo mismo nadar en húmedas profundidades
que estar seco.

Mi deseo ha muerto estupefacto.

¿Cuándo las autoridades municipales devolverán a estas aves su agua verdosa?

No lo sé,
tengo pocas certezas
ni siquiera sé si mi deseo realmente ha muerto estupefacto.

También ignoro cuándo volveré a llorar,
por ahora voy así:
subo al metro, bajo del metro,
me fumo un cigarrillo frente a la ventana.

Yo aprendí a escribir a través de las ventanas.


Escucha, Mariana, el ruido de los triciclos
la sierra eléctrica que corta los troncos
cuando crezcás, amor, llorá mucho
no te desanimes
camina, camina,
aunque vivás en otra ciudad
lejos, lejos de casa,
llorá y luego detente a mirar este atardecer amelcohado
estas jacarandas
estas buganvilias rojas que te escribo
desde un tiempo triste en que no pude llorar.


Fui arrojada a mil renuncias
a parques nuevos de atardeceres sin algodones de azúcar
a la piel agrietada de mi espalda.

Ya no soporto estar vencida.

Voy a poner una queja, Mariana,
para que les devuelvan a estos pobres patos la humedad verdosa,
el musgo y el agua
y así, tal vez, yo también pueda volver a llorar.

1 comentario:

Mauricio Vallejo Márquez dijo...

Mariana,Mariana... Interesante trabajo, Lauri. Por momentos se desgarra el alma, por instantes se vive. Saludos.