miércoles, junio 11, 2008

Félix



Siempre quise tener un gato sonriente como el de Alicia

o gris y rayado como el del doctor Gadget

y aunque confieso que sufro de profunda animadversión por los orines de felino

al final uno empieza a entender que es cosa natural hacer pipí aunque uno sea gato,

y esa solo es una leve desventaja en comparación del brillo de sus ojos en la profunda oscuridad de una noche solitaria.

 

El primer y único gato de mi vida fue Félix,

un nombre por lo demás nada creativo para un gato,

era negro y mi padre lo odiaba por su pelo y sus bacterias

le gustaba enumerar todas las enfermedades horribles, con nombres en latín, que nos acarrearía su compañía

por supuesto

eso no nos importaba.

 

Mi papá metía a Félix en bolsas de yute para que lo sacáramos a la calle

después soltaba carcajadas cuando le descubríamos su afán por desterrarnos la mascota

y es que siempre argumentó que todo animal muere antes que uno pueda superarlo

y consolar a cinco niños que lloran al unísono nunca fue cosa fácil.

 

Para muestra

cuando un tacuazín se comió al perico Poli,

(otro nombre por lo demás nada creativo para un perico,

el trauma casi nos impide ir al colegio y estudiar matemáticas.

 

Los chicos exageran las tragedias

y la crueldad sin culpa.

 

Confieso:

Nos gustaba hacer de Félix nuestro juguete favorito

darle los suficientes trozos de lana para confundirlo

y hasta el día de hoy sospecho que se fue de casa

porque me gustaba lavarle los dientes con enjuague bucal

para poder darle besos en la boca.

 

El día que nuestro gato se fue nos pusimos tristes

lo esperamos cada noche y cada plato de leche

soñé que tenía una novia peluda que lo raptó para amarlo

y cuando oía murmullos de sexo gatuno en el tejado, me decía:

“es Félix”.

 

Pero no fue así

un día cayó del techo tieso y hecho una calcomanía

ante mis ojos incrédulos y el llanto de mis hermanas.

 

Félix se fue al cielo de los gatos

y nunca supimos la causa de su muerte

si fue envenenado por una malvada vecina, que siempre las hay,

si sufrió de un fulminante y repentino ataque cardíaco

o si desde niño padecía de depresión y no lo sabíamos.

 

Por si acaso

preferimos evitar la autopsia

pero tuvo sus pompas fúnebres en el patio

como todo animal al que se haya querido.

 

Y yo que siempre quise un gato sonriente como el de Alicia

o uno gris y rayado como el del doctor Gadget

no olvido a mi primer y único gato

y siempre descubro un atisbo de Félix

en cada gato negro que me mira.

10 comentarios:

Sor Juanais dijo...

puta mother! way wey! chivísimo! soy fan!

Anónimo dijo...

wonderfuliano, ninfa

Emiliano Álvarez dijo...

jejejeje INCREÍBLE

Carlos dijo...

está de huevos... mi tesis me la afirmas: sos una chingona.

Carmen dijo...

Lauri, aquí reportándome, mi mail es sociedadamazona@gmail.com
espero ansiosa a Salarué, gracias

Dylan Forrester dijo...

Interesante historia la de tu gato, y más interesante el paralelo, ese reflejo fantasmal que emerge de cada negro gato.
Guapas tus letras, provoca darte un gatuno ronroneo... o quizá un osado rasguño sobre esa piel apetecible y felina.

Besos con maullidos... :D

María Tabares dijo...

¡¡¡Tan Bonitoooo!!! Moría de ganas por leerlo. Me habían comentado de él, de las risas.
Defintivamente, amo a los gatos. Calcomanias o no, dejan huellas invisibles por donde, sin que nadie se de cuenta, pasan.

Prporprprprprprprpr

Anónimo dijo...

Joder, qué bueno, L, y eso que soy incompatible con los gatos (por la cuestión de compartir espacios de prepotencia, se sabe). Besos

pd. ¿te he contado que un gato blanco me persigue?

C.

Anónimo dijo...

Es excelente!!! No soy fan de los gatos, pero te escuche leerlo el martes antepasado en el café y me volvi tu fan, fue mi favorito de la noche y debo decir que hubo varios que agradaron al publico ese dia. Ana

edmaris dijo...

amo a los gatos, pero me bajó una lágrima al final y te doy todo el crédito!