llueve en el D.F. Cada vez que gano un poco de dinero extra me como un sushi. Ayer fue el caso. He estado pensando en las casualidades, aunque Edith Aron (La Maga) dejó de creer en ellas cuando Julio Cortázar (Horacio) le quitó el derecho a traducir al alemán sus cuentos. Estaba ahí en el segundo restaurante de sushi de la ciudad que me gusta (el primero es el de Viaducto sin duda) y en la misma mesa en la que el gato azul y yo estuvimos sentados hace ya varias semanas, había una muchacha que lloraba como yo en esa ocasión. Pero no era solo eso. Tenía más o menos mi misma edad y el mismo corte de pelo que yo, nada nuevo, últimamente todas nos cortamos el pelo igual, más largo de un lado que del otro. El punto es que la muchacha de ayer lloraba y yo la miraba de reojo mientras leía "Diablo Guardián". Estaba con un tipo que no sé por qué me pareció un hombre casado. Y desde ayer que la vi llorar enfrente de ese señor que le hablaba mitad con ternura y mitad con autoridad, me he hecho el firme propósito de que si voy a llorar va a ser en el transporte público o en mi casa. Y en la medida de lo posible no voy a llorar de rabia, ni de impotencia, ni enfrente de ningún gato de ningún color, porque ayer en el mail que mandó Haydee decía: no se puede evitar el dolor pero sí el sufrimiento. Voy a tratar. La casualidad es que en la entrevista que recién publiqué de Saúl Ibargoyen incluí el siguiente poema de su libro "Rojo es el silencio". Lo transcribo y quiero dejar en claro que la entrada de este blog está dedicada a todas las muchachas que lloramos en la lluvia y en los transportes públicos y que en la medida de lo posible esto no nos vuelva a ocurrir porque como dice el libro favorito de Eva, cuando uno menos se lo espera aparece el árbol rojo, esa maravilla que siempre soñamos y que nos hace entender que la vida tiene sentido. Ya me puse sentimental y mejor los dejo con el poema de Saúl:
Para una muchacha en la lluvia
Usted tú vos señora señoría
señorita vuesa merced doncella
sacerdotisa actriz astronauta
viuda virgen profesionista amadora
amante sirvienta sibila emperatriz
mendiga moza del partido campesina
cocinera poeta suripanta:
cada día de cada noche
he visto
cómo las lluvias
de esta desplomada ciudad
ensucian también
todo su llanto
suyo de usted
todo tu sollozar
tuyo de ti
todas vuestras
nuestras gotas
y chorros y humedades
y lágrimas.
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Otra casualidad del "dios azar", yo que escribí el poema "el gato azul" -uno de mis más queridos-, recibí hace poco de alguien increíblemente mágico y especial el poema "el gato rojo". Valgan las gracias para ese lector aventajado y para Eva por leerme ayer el cuento más lindo de mi vida.
2 comentarios:
lauri garcía eres un sol
llevo días atragantándome las lágrimas. creo que tiene que ver con la falta de trasnporte en esta isla.
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