martes, febrero 02, 2016

Notas sobre los infinitivos parir y criar

De la serie “Lanugo”

Parir
Del lat. parĕre.
1. intr. Dicho de una hembra de cualquier especie vivípera: Expeler en tiempo oportuno el feto que tenía concebido.

Criar
Del lat. creāre
2. tr. Dicho de una madre o de una nodriza: Nutrir y alimentar al niño con la leche de sus pechos o con biberón.
3. tr. Dicho de un animal: Producir, cuidar y alimentar a sus hijos. U.t.c. intr.
5. Instruir, educar y dirigir.
12. tr. p. us. Producir (//engendrar, procrear). U.t.c. prnl.
13. prnl. Dicho de un ser vivo: Desarrollarse, crecer.
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Tengo 32 semanas de embarazo. Hace 28 semanas que lo sé. La serie de hechos que se han sucedido desde entonces, los canales semánticos por los que ha transitado mi pensamiento son casi intraducibles en lenguaje. Intentaré ordenar mis ideas.
En un principio, quise escribir un blog para madres primerizas que recogiera información útil porque me estaba enfrentando a muchas dudas y miedos espeluznantes que muchas mujeres compartimos.
Luego, la idea se me fue diluyendo porque me atacaba un sueño arrebatador a la menor provocación, me atrasaba en revisar los trabajos de mis estudiantes, hasta una vez tomé una repentina siesta sentada en una heladería ante los ojos incrédulos de Efraín.
Lo primero que me angustió es que la doctora nos recomendara no hacer público, salvo con nuestras familias, el hecho de que estaba embarazada porque en los primeros tres meses había un porcentaje altísimo de posibilidad de pérdida, casi de un 30%. 
Semejante estadística me causó muchísima aprehensión y desde entonces dialogo con la angustia para que no enturbie mi alegría, el deseo encarnado de tener un hijo, lo cual, sin exagerar, es lo que más quería en la galaxia. No siempre fue así, pero esa es otra historia.
Lo segundo que me di cuenta es que al menos la Ciudad de México es uno de los lugares menos amigables para las embarazadas de menos de tres meses que no tienen auto y concluí que, de seguro, también otras ciudades son desatentas hacia las de mi condición.
Porque a una mujer de menos de tres meses de embarazo no se le nota la panza, por lo tanto, nadie te cederá el asiento en el transporte público a menos que se lo pidas y, si lo haces, o solicitas atención especial en las filas, posiblemente no te crean porque “no se te nota todavía” pero estás experimentando los tres primeros meses más cruciales. Eso sin contar que te pueden aventar, “echar el camión”, aplastar, como las personas te avientan y empujan en las grandes ciudades.
Luego, puede pasar cualquier cosa, desde la alegría noble de los que te quieren y conocen y gozan por ti, hasta la 'amiga' que con sorna y saña te avienta un “qué bueno que vas a tener un hijo con quien querías”, poniendo en duda la segunda parte de la oración, hay quienes cuestionarán lo “apropiado” de tu decisión, o bien, ante la noticia, uno de tus estudiantes de escritura te dirá: “Las mujeres solo sirven para parir”.
Y ahí, entre la empatía y la crueldad, aparece la espectacular palabra parto y toda la mitología plausible al respecto.
Un parto en México, si una no busca la suficiente información y no tiene la orientación adecuada, puede terminar en una césarea programada (México tiene más de un 60 por ciento de promedio en césareas, algunos dicen que casi un 90 por ciento, por lo que la Organización Mundial de la Salud ya ha amonestado a sus autoridades de salud, porque no olvidemos que una césarea es una cirugía) y un parto también puede incluir o culminar en violencia obstétrica, es decir, que te metan mano y bisturí inhumanamente en el seguro social o sistema público donde el padre de la criatura no puede ni entrar al alumbramiento. El seguro social mexicano para atender a una embarazada o parturienta te pide estar asegurada o estar casada con el padre, o bien, tener cinco (sí, cinco) años de concubinato comprobado con testigos.
En el otro extremo, está la atención privada y sus costos altísimos y, aparte, nuestra instructora de parto psicoprofiláctico, cuyo curso de 24 sesiones cuesta alrededor de 220 dólares, quien nos ha sugerido no comprar mamilas y alimentar al bebé exclusivamente de leche materna hasta los seis meses, a libre demanda del niño, y considera que, si la madre tiene que dejar de trabajar para lograrlo, debe hacerlo, como si todas las mujeres pudiésemos darnos el lujo de no trabajar dada la crisis económica permanente en la que vive la clase trabajadora.
Ella, por supuesto, es partidaria del parto en agua o en banquito y te cobra otros 200 dólares de honorarios por guiarte el día en que darás a luz. 
Entonces, las madres quedamos a merced de: ciudades y localidades poco amigables para las embarazadas; la vox populli del “deber ser y hacer”, sobre todo la femenina, que se explaya en juzgarte e indicar qué es lo adecuado y lo que no para parir y criar; el seguro social, su falta de cobertura; la violencia obstétrica; la falta de seguro social en la mayoría de los casos dada la actual flexibilidad laboral; los altos costos del sistema privado; las césareas como primera opción; tus propios miedos: los más grandes para mí son esa herida denominada episiotomía y las cuentas; algunas parteras cuyos honorarios son altos por reconectarnos con “el origen”; y, algo capital, tus hormonas brincolinas, las cuales existen y te vuelven bastante 'border'.
A estas alturas del proceso; mi propuesta es, como dice mi madre, untarme de valeverguina frente a la vox populli, el qué dirán, ese corillo griego que, si lo dejas, se aloja hasta en el último rincón de tu inconsciente; relajarme; asirme a mis redes de solidaridad y cariño; ocupar todos mis amuletos llegado el momento (el collar para los ángeles, la pulsera de la virgen del Perpetuo Socorro y San Gerardo, las estampitas para sus rezos, el cuarzo rosa, el bordado peruano que me dio Yaxkin y el disco de Miles Davis que me regaló Diego); y saber que, en este periplo de parir y criar, las decisiones de mi compañero y las mías, orientadas al bien pleno de nuestro cachorro capullo, así como nuestras intuiciones, serán las que nos guiarán y lucharán, contra todas las circunstancias sociales adversas, para que todo nos salga bien.
En este momento, si hay un proyecto y utopía en el cual me sienta inmersa y comprometida hasta las últimas consecuencias, es el de parir y criar a Agustín junto a su padre y compañero amado para que sea un hombre bueno, un hombre nuevo. Y sobre todo, un hombre pleno que goce de su vida desde que cruce su sueño amniótico. Ese es mi deseo más feroz.

Lauri García Dueñas
Colonia Libertadores, Acapulco de Juárez, México, martes 2 de febrero de 2016

1 comentario:

el árbol rojo dijo...

Me emocioné. Te quiero hasta la luna ida y vuelta. Ponte dos estrellitas de mi parte.:)